Es una pena lo que ha sucedido hoy con el Canal 40, esta huelga a la que ha llegado es como la fase terminal en la enfermedad de un ser querido del que a uno no le queda más remedio que despedirse con la menor tristeza posible para que su pase al otro mundo sea menos traumático.
Es en este momento donde entran a escena los momentos de remembranza, así que colocaré el mío. Eran los días en los que estaba estudiando la carrera cuando misteriosos anuncios en la hasta entonces vacía frecuencia del Canal 40 comenzaron a aparecer. Cuando aparecieron los primeros programas (Realidades el primero) me quedé sorprendido por la calidad y valor de aquellos documentales que no les temblaba la mano de hablar de cosas tan gruesas como las andanzas del fundador de los Legionarios de Cristo o la vida de los zapatistas, cuando aún constituían uno de los misterios que hacían míticas sus máscaras.
Luego vinieron tiempos de muchos programas; personajes como Germán Dehesa, Guadalupe Loaeza y Alvaro Cueva hicieron programas memorables con una calidad nunca antes vista en la televisión chilanga y que creaban un abismo entre estos programas y la entonces en boga ola de talk shows que rezumaban morbo y vulgaridad. Sin embargo, es el momento de hacer algunas observaciones agridulces en la historia del canal.
Desafortunadamente, por la combinación malhadada de una administración poco rigurosa, una política de comercialización inestable, un financiamiento poco robusto y (ni modo, tengo que decirlo) un dueño ineficiente en un negocio con jugadores de peso completo hicieron que en pocos años su viabilidad económica se viera comprometida. Regreso a los recuerdos; eran todos programas muy buenos, pero por misteriosas razones no duraban. Chispas de creatividad que se diluían a los pocos meses, pero con la agravante de un inquietante silencio incómodo por parte de los involucrados quienes, a veces al ser cuestionados contestaban con medias sonrisas; ni siquiera con las formas políticamente correctas para decir que aquello no fue tan malo.
El caso es que, quizá con el agua hasta el cuello el dueño del canal (y esto no lo puede negar nadie) tomó la peor decisión de su vida, al menos respecto del canal 40: como en los tratados McLane - Ocampo, Javier Moreno Valle estableció una gran alianza con TV Azteca, la televisora propieda de uno de los personajes más controvertidos, por no decir oscuros, en el mundo de los medios de comunicación. Presentaciones el Sr. Salinas no necesita, sólo con echarle un ojo a la sección de negocios y ver la subsección de demandas.
La cosa es que lo que en un principio fue una buena idea (Azteca metió una muy buena lana para acondicionar los ahora míticos estudios del WTC) se convirtió en una tormenta porque TV Azteca en realidad no quería (ni quiere) la colaboración, lo que en realidad deseaba (y desea todavía) es el único canal de TV abierta de la ciudad al que le ponen atención las personas que fueron a la universidad y se precian de ser progres. Para cuando el dueño del Canal 40 quiso zafarse del convenio, TV Azteca sacó los machetes y comenzó la batalla.
Con esto vino el hundimiento del canal, su entrega a los nefandos infomerciales en las 21 horas que no tenía programación propia, el lento desecamiento de infraestructura y de recursos humanos, así como el conflicto con TV Azteca, quien en un acto de asquerosa filibustería (con cuchillo en los dientes y todo) tuvo la osadía de lanzar una incursión a mano armada contra las instalaciones del canal 40 para colocar su divisa como si fuese la bandera de la calavera. Y pese a TV Azteca y pese a la desidia de nuestro gobierno en el asunto, el canal volvió a las manos de sus propietarios originales, pero el daño estaba hecho... está hecho.
Defendiéndose como podían, los trabajadores (y me consta que honran esta apelación, hombres y mujeres empeñosos con talento que no tiran la toalla) resistieron el embate mientras que el dueño se fue empequeñeciendo paulatinamente hasta terminar en estos días vuelto un ojo de hormiga que nadie sabe dónde anda. Los trabajadores aguantaron y aguantaron y aguantaron hasta que luego de casi medio año sin pago, ya no pudieron evitar que alguien pidiera la huelga y que le concedieran el deseo.
Aunque hay quienes ven en este asunto un (otro) complot, lo cierto es que donde hay hambre la dignidad se devalúa rápidamente. Ha habido quienes critican esta decisión de ir a la huelga como una suerte de concesión al enemigo (llámesele TV Azteca) y como una deslealtad a la camiseta. Sin embargo, quiero decir que se me hace de lo más legítimo protestar e ir a la huelga, amén de que muchos miembros del canal han desertado en una sangría de talentos en cámara lenta (desde Elisa Alanís hasta la chica del clima, Gloria Serrano) por lo que, al igual que con nuestra patria, ellos ya decidieron su huelga permanente dejando el canal por otra cosa que les solvente los gastos.
Así las cosas, el Canal 40 languidece en este que parece su último estertor. Y como buitres, los canales de la competencia esperan que termine la agonía para lanzarse en pos del despojo, o en su caso, para sepultarlo y volver a llenar las ondas hertzianas de la ciudad con las cotidiana basura de todos los días y a los nauseabundos noticieros alarmistas de todos los días.
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