Monday, March 05, 2007

LA SOCIEDAD DE LOS PASAJEROS VIAJANTES

Es impresionante lo que hace la tecnología. Hace apenas unos cuantos años estaría con la mirada perdida en una sala de estar del aeropuerto de Nueva Yotk, esperando a que un improbable avión hiciera su aparición, pero lo que tenemos es a un tipo (es decir, yo) con una computadora portátil en las manos, escribiendo mis impresiones neyorquinas.

Quien lo dijera, hace algunos años me desvivía por existir de la mejor manera posible, añorando que llegara el momento de estar como ahora lo hago, como todo un ejecutivo en una sala internacional de espera, con una computadora en el regazo mientras veo pasar personajes de todas las naciones en la ciudad que siempre soñé acudir: Nueva York.

Pero hete aquí que me encuentro agotado, cansadísimo. Preocupado por el cerro de chamba que me persigue doquiera que vaya y con el que me acuesto y me levanto. Bueno. Si quiero vivir de ser periodista, evidentemete me tengo que pasar un buen tiempo haciendo lo que hago ahorita, viajando, conociendo y maravillándome de las cosas que la vida ha servido concederme… mientras pago el precio de tener la garganta adolorida y el espíritu algo abollado.

Escucho la rola de mi amigo. Con caemos o volamos. Es verdad. Desde el principio la vida ha sido así, apostar alto y esperar que los dados caigan a nuestro favor. Desnudaremos nuestros apegos.

Yo sólo me apego a mi propia persona, a lo que mala o buenamente he logrado amasar a lo largo de los últimos años. Me apego al amor que me tengo, a la presunción de que podremos llegar sanos y salvos al siguiente paso.

Caemos o volamos, como sabes. Hasta sentir el cielo en nuetros pies. Yo lo he sentido en estas horas vacías y profundamente seductoras de Nueva York, de esta vida mía de periodista y de ciudadano atrapado en medio de la nada.

DEL PERIODISMO COMO ACTIVIDAD CIUDADANA
Me ha llegado un correo electronico, proveniente de un entrañable compañeros en mis primeras chambas (mi querido CELC, un abrazo), quien me envía un artículo que sirve como cubitos de hielo en la taza rebosante de entusiasmo que ha despertado este asunto de la Web 2.0 (¿alguien sabe en realidad lo que significa este terminajo?).

Yo, que me dedico a esto del periodismo, he llegado a pensar que mi trabajo está llegando a su fin y que probablemente debería considerar dedicarme a otra cosa (¿qué tal un puesto de tacos?), a la luz de los millones de potenciales periodistas ciudadanos que sin quererlo están serruchando mi pescuezo.

Sin embargo, las cosas las reflexiono un poco más y me encuentro con que quizá mi cabeza la pueda salvar. Es más, que muy probablemente no esté (ni haya estado jamás) en peligro.

Charles Bukowski decía que el problema con este trabajo era que cualquier borracho con una máquina de escribir era un escritor en potencia, colocándose en la esfera de lo simbólico al mismo nivel que Ernest Hemingway, Lev Tolstoi o Riszard Kapuscinski. Sin embargo, como un científico me dijo una vez, aquello que es factible no significa que esté a la vuelta de la esquina

Ahora bien (y mientras me tomo un delicioso amaretto a 13 mil pies sobre el nivel del mar) pienso que el asunto de crear colaborativamente medios no es algo nuevo. De hecho, cuando estaba en la escuela preparatoria, una de nuestras obligaciones era hacer cada mes un periódico mural donde todos los estudiantes (al ritmo de un grupo por mes) les tocaba la ingrata tarea que participar. Como era de esperarse, los resultados solían depender de los esfuerzos de prefectos y coordinadores de grupo, quienes se encargaban de arrear a los siempre apáticos estudiantes.

Se supone que detrás de la idea del periodismo ciudadano se encuentra el hecho de que entre millones de cibernautas, siempre será posible que uno de ellos pueda estar más cerca de la noticia o tener un conocimiento mayor de la situación (muy probablemente por ser actores de la noticia) que la que podría tener un reportero asignado a la situación.

Gracias a herramientas como Youtube y a la facilidad creciente con la que es posible crear y editar contenidos digitales (durante mi carrera usé herramientas de diseño y edición que ahora vienen gratis en buena parte de las computadoras) es posible que desde un narcotraficante hasta un activista social (y entre ambos, millones de ciudadanos promedio) pueda crear y nutrir su propio canal desde la comodidad de su sala.

Con la letra impresa la cosa es diferente. En el mundo del video y del audio (quien lo dijera) la cosa es mostrar los hechos en el tiempo y lugar adecuados. Justo en la sala de espera del aeropuerto veía en CNN la fotografías enviadas por personas que habían atestiguado el paso de un tornado encima de su pueblo gringo: no eran fotos extraordinarias pero tenían la virtud de mostrar un hecho dramático justo a los pocos momentos de haber sucedido. Otro es el cuento de la letra escrita: se requieren ciertas técnicas para hacerlo legible, pero se necesita un trabajo más fino para hacer que un hecho se convierta en algo legible y además interesante. Un asunto importante puede ser convertido en irrelevante gracias a un texto mal escrito y un hecho sin importancia puede volverse enorme gracias al trabajo de un periodista (para mayor referencia, lean Ebano del recién fallecido Kapuscinski).

Y que conste que no hablo de títulos universitarios cuando digo habilidades y técnicas. Antes que nada hablo del conocimiento de las más básicas convenciones de la ortografía y la redacción, que al menos en el caso nacional, representan uno de los más grandes agujeros negros de nuestro sistema educativo. En una ocasión, platicando con un amigo que entonces daba clases en una facultad de comunicación de una institución educativa privada, le comentaba que me preocupaba la saturación de la carrera y de que, como sucede en otros oficios, la mano de obra barata fuera a quitarme mi trabajo. Y mi amigo, muy cínica y sinceramente, me dijo algo como “así como salen estos, no debes preocuparte en modo alguno. Jamás te quitarán la chamba”.

Por experiencia y trato con editores me he dado cuenta de que este negocio pide talento, creatividad y buen precio… pero también puntualidad, dedicación y la flexibilidad que sólo ofrece quien trabaja de tiempo completo y por la paga, dedicando sus muchas horitas a enterarse del status quo del mundo. No por nada, aún no hemos escuchado cosas como la ingeniería genética ciudadana, la contabilidad open source o la administración colaborativa de empresas. El periodismo, como la aeronáutica, tiene mucho glamour y la idea engañosa de que es una chamba fácil de hacer, como si fuera un hobbie. Pero si se excava un poco el asunto, en realidad es un trabajo común y corriente, aunque más brillante y a la mano que la labor de un carpintero o un diseñador de motores de auto.

Ahora bien, el ciudadano con ganas puede hacer el periodismo que quiera, al igual que yo en mis ratos libres me puedo dedicar a la carpintería de sillas y mesas. Internet permite que una persona disponga de la misma información que un periodista. Justamente en la misma nota del tornado, CNN (ojo: ce ene ene) una parte del reporte incluyó que una chica mostrara la página web del canal local de noticias donde había pasado el susodicho tornado para conocer las últimas noticias del famoso torndo.

Siguiendo con esta línea de pensamiento, un periodista ha cambiado mucho su trabajo gracias a Internet (y lo ha puesto en línea con el hombre común y corriente). Antiguamente la mayor parte del trabajo de un periodista consistía en buscar y dar con la persona adecuada para conocer su historia. Este era un conocimiento difícil de obtener y por lo cual la mayoría de los periodistas eran asignados a fuentes a través de las cuales iban familiarizándose y conociendo a los actores claves (así como asimilando el conocimiento que implicaba dicha fuente). Hoy día, con herramientas como Google, es posible que un periodista pueda localizar en poco tiempo a voceros relevantes, aún cuando ellos no se encuentren disponibles en el país o ubicar información que en otro tiempo estaba guardada bajo siete llaves y sólo personas conocedoras y con suficientes contactos habrían podido acceder.

Y eso está también en las posibilidades de cualquier usuario de internet.

Pero ahora sabemos que, el acceso a la información no significa que cualquiera pueda echarle mano. De hecho, si vemos las solicitudes a los organismos de transparencia en México, las peticiones de ciudadanos individuales y curiosos siguen estando a la zaga respecto de las solicitudes presentadas por estudiosos y periodistas. Además ha pasado algo curioso (aunque predicho por Umberto Eco cuando la red comenzaba a desplegarse por el mundo): el cúmulo de información obtenido por Internet es un tsunami de datos que requiere del conocimiento de un experto para interpretar la información y darle sentido. El toallagate (el descubrimiento de que la casa presidencial mexicana pagaba miles de pesos por toallas) a inicios del sexenio foxista se basaba en información pública a la que cualquier cibernauta tenía acceso, pero sólo a través de los ojos y la perspicacia de la periodista que lo sacó al descubierto fue que la información cobró la importancia requerida.

Cuando yo era editor de medios en la universidad donde estudié, el patrón para quien trabajaba era un fan del trabajo colaborativo. Se esperaba que los alumnos, debidamente motivados lograrían sacar una publicación quincenal para el estudiantado de la universidad. Siendo ellos mismos jóvenes y teóricamente entusiastas y colaborativos (y existiendo una carrera de ciencias de la comunicación), fue una experiencia terrible: lograr convencerlos de que se involucraran en el proyecto editorial era una labor humillante y después de muchos trabajos, cuando por fin lograba persuadir a uno que otro de que colaborara, ocurría que llegaban los exámenes parciales y todo el trabajo quedaba tirado porque el chico o la chica tenían que estudiar… o ver a la novia, al novio, irse con los cuates y un largo etcétera.

Obviamente logré que algunos se comprometieran a niveles que incluso a mí me sorprendían, pero nunca fueron los suficientes para sostener el proyecto editorial, que yo terminaba sacando adelante con las pocas fuerzas que me quedaban luego de tan edificante tarea de estimulación estudiantil. El periodismo ciudadano (o no mediatizado) es posible, claro que sí. Pero también es una chinga, al menos si quieres crear medios que vivan de esto. Siempre existirán personajes como Wonkette que tendrán acceso a información importante y la capacidad de verter lo que hacen directamente a la web… pero pocos habrá que sepan y puedan hacerlo de forma completa y en cantidad constante.

Ahora, en México existen blogs de miles de personas que como un servidor hablan de su vida y milagros, y aquí se han tratado temas desde el desamor hasta la política económica. Sin embargo, yo hago este blog porque siento que puedo hacerlo y porque, contrario a un medio impreso, puedo escribir con desenfado y echar flores y mentadas al que se me ponga enfrente. Cosa que ni por asomo hago en mi trabajo en los medios impresos, donde por fuerza estoy obligado a escribir con corrección y con las fuentes que hagan falta y que mis editores soliciten. Debo decir que el rigor que aquí tengo es mucho menor que que sostego en el trabajo por el que me pagan porque este espacio yo lo pensé desde un principio como una suerte de zona libre.

Sin embargo, se que habrá quien me diga que existen esfuerzos como Indymedia y blogs que realizan trabajo serio de creación periodística. Eso es innegable, pero si analizamos esos esfuerzos, detrás de muchos se encuentran intencionalidades ideológicas (en el caso de Indy Media, denunciar a la globalización y al capitalismo), cosa que no considero mala per se, pero que influye sobre el tipo de noticias que se van a obtener. Además, no hay que olvidar que en países como México, donde el trabajo voluntario es casi desconocido (algunas estadísticas señalan que menos del 5% de la población se encuentra involucrado en algún tipo de acción ciudadana), debe haber una fuerza muy poderosa para que alguien se comprometa en una causa y esta suele ser de índole política.

El periodismo ciudadano es posible, siempre y cuando haya muchos factores que lo favorezcan. Una sociedad educada, con acceso fácil y continuo a Internet y sobre todo, una cultura que aprecie el trabajo en grupo y la acción desinteresada. Siento yo que en México aún falta para llegar a una situación (aunque siempre puede suceder algo que acelere o cancele el proceso), por lo que al menos creo que mi cuello estará salvado por una temporadita más.

1 comment:

Anonymous said...

Mi lic. Felicidades, se me ocurrio checar el primer escrito que puso, fue el 03 de marzo del 2005 si no me engaña esta cosa. Osea que ya lleva usted 2 años con este blogg. Lo cual me parece perfecto a mi que soy uno de sus mas fieles lectores. Lo increpo a que siga usted con el mismo y no nos deje colgados de la lampara. Siempre es interesante leer lo que tiene que decir de cualquier cosa. Desde Terry Shiavo (que rapido pasa el tiempo) hasta la brasileira que conocio en su estancia en la grande Babilon. Siga usted asi.

Felicidades de nuevo. Saludos y un abraxo.
rodrigo.martinez@alebrije.net