Saturday, September 10, 2005

LLAMADAS ESQUIZOFRENICAS

En un principio en mi casa no había teléfono. Cuando era niño viví en departamentos donde ni siquiera contemplábamos la posibilidad de tener uno de esos aparatitos. Además, en aquellas épocas la posesión de un teléfono era reservada para personas con buenas palancas o parientes en la empresa telefónica. Para quienes adquirieron razón en los últimos 15 años me permitiré contarles una breve historia de terror. Tener una línea telefónica involucraba esfuerzos titánicos para la obtención de la línea debido a que la empresa (en aquel entonces en manos del Estado) le parecía poco edificante que sus ciudadanos desperdiciaran un recurso tan valioso como el espectro radioeléctrico en conversaciones inútiles. Como resultado de esta política, obtener una línea de teléfono podía convertirse en tarea de varios años, amén de que, como el teléfono era propiedad de los mexicanos, los peticionarios se veían en la obligación de adquirir acciones de Telmex para compartir el júbilo y la responsabilidad de tener un teléfono en casa.

Cerrando el paréntesis, resultó que desde hace 14 años (los que tengo viviendo en mi casa) tuvimos una línea de teléfono en casa. Una serie de coincidencias felices (entre las que se encontraba la expansión económica, la nueva administración de Telmex y que mi padre hubiera ascendido de puesto) hicieron que apareciera la línea telefónica en casa. Dado que durante buena parte de nuestras vidas el teléfono era sólo una cosa que de vez en cuando aparecía en una caseta madreada y semiquemada, el teléfono fue cosa más o menos similar a un adorno más en la salita de estar.

Pasaron los años, mi hermana comenzó a usar el teléfono para hablar con amigas y pretendientes. Yo me hice adicto al Internet (en aquellos años solamente podía accesarse por línea telefónica) y al fin hubo un uso constante de la línea.

Corte al díá presente y a un tipo (yo) con diálogo más o menos al siguiente tenor.

– ¿Bueno?
– Se encuentra *^*%$#$^ (es decir, alguien de mi familia)
– NO
– ¿No sabe cuándo regresará?
– Ya no vive aquí
– ¿No tiene idea de dónde lo podría localizar?
– NO
– Estamos hablando de la empresa __________ (colocar el nombre de algún banco, agencia de seguros, empresa de opinión pública, etc.) para ___________ (colocar cosas como "hacerle algunas preguntas", "ofrecerle un nuevo producto crediticio", "informarle que se ha hecho acreedor a un viaje a las Islas Marianas").
– Lo siento, no hay nadie.
– Uhmmmm, ¿con quién tengo el gusto?
– Con **$*_&%*%&%&^ (es decir, yo)
– ¿No le interesaría ________ (colocar cosas como "responder algunas preguntas", "conocer nuestro nuevo producto crediticio", "hacerse acreedor a un viaje a las Islas Marianas")?
– EN TONO IMPACIENTE: NO
– ¿Por qué?
– NO ME INTERESA
– ¿Por qué?
– NO ME INTERESA
– ¿Y no sabe a qué horas puedo encontrar a *^*%$#$^ (es decir, alguien de mi familia)?
– NO
– ¿Y no hay nadie más que _______ (colocar cosas como "quisiera responder algunas preguntas", "se anime a conocer nuestro nuevo producto crediticio", "le gustaría hacerse acreedor a un viaje a las Islas Marianas")?
– NO Y BUENAS TARDES
– click

No sé si esto signifique una evolución, pero lo cierto es que de un tiempo acá, todas las llamadas que entran a la línea de mi casa son de este estilo. Ya no me llaman para contarme chismes, hacerme confesiones o siquiera para pedirme favores. Eso o que un personero automático del Sr. Slim me marque para decirme que tengo que pagar el adeudo. Las llamadas que me importan ahora entran por teléfono celular y los chismes me llegan por mail. Mi conexión de red ya no usa línea telefónica (soy de los exóticos que tienen una conexión vía microondas) y como suelo ser el único residente de mi casa, la línea se ha vuelto a quedar vacía.

Cosas de la tecnología.

COMENTARIO POLITICO
Lo prometieron y lo cumplieron. Los precandidatos del PAN se dedicaron en el debate de antier jueves a jalarse las medias y a lo que un amigo mío llama acertadamente "tirar rostro". Las propuestas las mismas, las ideas las mismas y la única diferencia quizá fue la avejentada de Santiago Creel. Se veía cansado, enfermo. Su voz cascada y ronca, como si tuviera gripe. Felipe Calderón como si estuviera en la exposición final de alguna materia de la carrera: entusiasta, animoso y hasta preparado con cartelitos para la ocasión y quizá fue el único al que le pasó por la cabeza la idea de que un debate es una confrontación de ideas. Alberto Cárdenas, hosco, directo, campirano. Como tratando de emular a Vicente Fox en el estilo francote del hombre de campo, aunque lo que le salió fue una imagen quizá demasiado almidonada y una imitación burda de Chente, cuyo estilo ya es conocido de todos y por ello detestado por todos.

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