Después de los días de recomendada pachanga alternada con descanso, hete aquí que estamos ante una situación que debería ser de calma completa (esta noche llegan los reyes vagos, se parte la rosca y se recurre al Monte de Piedad para comenzar a escalar la penosa cuesta de enero). Enciendo la televisión y un regalo inesperado me llena de felicidad: no hay comerciales de partidos políticos llenando con sus rostros la pantalla ni ensuciando con sus slóganes mi desayuno. Eso sí, nada es perfecto y en la misma sesión de noticias me entero de que el Subcomandante Marcos (ahora autodenominado Delegado Zero) ha iniciado una larga, quizá demasiado larga gira por los 32 estados de la república en busca de cultivar la rechifla a los partidos políticos en lo que pasea sus gallo mascota por el país entero.
Me concentraré en el asunto del Subcomanche Marcos.
Si algo nos enseña la teoría de la guerra es que las campañas militares demasiado largas y alejadas de las líneas de abastecimiento suelen ser frágiles y expuestas a los ataques enemigos. Durante 6 meses (y Marcos ha prometido otro semestre adicional de gira) los zapatistas se darán una muy larga vuelta por el país, llamando a la abstención electoral, al repudio de la política y sus habitantes (los políticos), además de señalar los yerros del capitalismo, la globalización y todo aquello que implique derivados posmodernos del capitalismo. Por el momento su campaña ha llamado la atención del público en buena medida por la ausencia de otros asuntos noticiosos (lo que ha hecho que en estos días la nota roja se convierta en asunto de primera plana en los medios), pero en cuanto termine la tregua establecida por el IFE y comiencen los jaloneos de las campañas el efecto mediático del zapatismo quedará sumamente mermado.
Por otro lado, tantos meses de campaña, viajando más allá de las zonas indígenas donde es apreciado y ejerce influencia supondrán una prueba muy dura para su carisma. No hay que olvidar que hay zonas del país donde el EZLN y su discurso es desconocido y en ocasiones recibido con hostilidad. Mes tras mes de eventos incesantes, de discursos interminable y de un viaje larguísimo podría suceder una cosa que defino como el síndrome de las Pop Tarts... un reality show de estrellitas musicales adolescentes llamado Pop Stars (pero que mi hermana rebautizó como Pop Tarts) parió un grupo musical llamado (creo) Te de Tila y que fue lanzado en una gira larguísima por el país, tan larga que en algún punto (se sospecha que en la Zona del Silencio) el grupillo se desvaneció enmedio de la nada sin emitir siquiera una exhalación de agonía.
Además, con su muy viscoso mensaje político (de repudio a todo lo que sea la política organizada e incluso llamados a la abstención electoral) la izquierda mira con incomodidad el paso de los zapatistas por la nación, sobre todo ante la posibilidad de que el PRD (partido frontalmente denostado por Marcos) gane estas elecciones. Aunque hay quienes dicen que el Sup tiene un pacto telepático con López Obrador para que en algún punto de la campaña ambos unan fuerzas para dar la batalla final contra la demoníaca raza de los sith-neoliberales, pero creo que después de tantos ladrillos arrojados contra el PRD, este partido quedaría muy mal si se empinara para recibir la bendición zapatista.
Sin embargo, no todo es derrota. De las cosas que seguramente veremos en esta campaña es una sucesión de interesantes postales: Marcos homenajeando a Zapata encima de su tumba, Marcos denostando a los poderosos poderes globales al pie de la frontera entre México y Estados Unidos, cruzando con su motocicleta el desierto de Sonora o evangelizando bajo la sombra del Cerro de la Silla. Incluso lo puedo imaginar en alguna plaza del pueblo echando un florido discurso mientras del otro lado de la misma plaza, algún candidato formalmente establecido hace maromas para que le hagan caso. De menos no podremos quejarnos de la escasez de imagenes.
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