Wednesday, August 29, 2007

TRISTE PRINCESA, MEJOR UNA REPUBLICA (2)

Quiero pensar que la Princesa Diana nunca quiso terminar su vida como sucedió (haciendo de su muerte una feria de fotógrafos). Sin embargo, como lo comentaba en un post anterior, ella misma terminó cultivando la maleza que la envolvió y que de cierta manera la devoró.

Pero ella está muerta y lo que diga no sirve de nada.

Pero sí hay mucho que decir sobre el sistema de la monarquía británica. Quizá los meses anteriores a la muerte de la princesa demostraron la inutilidad de esta institución en la vida social de Inglaterra. Considerando que su papel es ser el eje simbólico de la nación, su papel se convirtió en veta de chismes interminables y escaparte de disfunciones psicológicas entre los miembros de la realeza, envuelta en escándalos de faldas, consumo de todo tipo de sustancias y una vida pantagruélica de la que sólo se les conoce el mérito de tener una cara que presentar ante casi cualquier situación de la vida.

Quizá se piense que un mexicano no puede decir mucho acerca de la monarquía británica (al fin y al cabo ni siquiera conozco en persona Inglaterra), pero curiosamente a lo largo de mi vida he conocido personas británicas que les gusta su arreglo monárquico, pero que se muestran escépticas del papel que tendrá en el tiempo futuro. Yo pienso que la monarquía como símbolo está bien, pero que desafortunadamente su papel ha sido alterado (como muchísimas otras cosas) por la posmodernidad y como resuñtado, la corona ha terminado convirtiéndose en una forma más de entretenimiento.

Los británicos con quienes he hablado de esto me decían que tenían fe en que el Príncipe Carlos (que en realidad ha sido el eje de los escándalos más dañinos de la corona) abdique cuando le toque la corona y la decline por alguno de sus hijos. Sin embargo, la vida de la descendencia de Carlos tampoco ha sido ejemplar y si pasan algunos años más, seguramente los tendremos poniendo de cabeza a la corona con sus amoríos y cuantas veleidades se les ocurran.

El hecho es que la misma existencia de una monarquía regida por protocolos centenarios choca diariamente con la realidad de una nación cuyo devenir tiene que ver con cosas cada vez más alejadas de la realidad de un siglo donde las relaciones sociales por Internet son una realidad y la vida misma es un amasijo de confusiones, confusiones que ahogan a la venerable corona británica.

IFE: LA CAIDA DEL HALCÓN NEGRO
Leo en La Jornada que el Consejo General del IFE será pasado por la rasuradora de forma cuasi inminente, comenzando por su cabeza, Luis Carlos Ugalde. Hay quien dice que esto es una venganza por chanchullos que serán revelados en próximos meses y que este asunto es parte de los saldos de nuestra muy desmadrosa elección.

No agrada mucho la idea de cobrar vendettas por hechos sucedidos tiempo atrás. Sin embargo, tampoco es del agrado la defensa del hueso de Ugalde, quien quiere hacer ver su remoción como el golpe a la democracia más severo desde la deposición de Francisco I. Madero por parte de Victoriano Huerta.

Lo importante es que el Sr. Ugalde debería comprender a cabalidad una frase que aprendí en la carrera y que me sigue siendo básica:

Todos somos importantes, nadie es indispensable.

Al amarrar el andamiaje de la democracia mexicana a su permanencia en el IFE, Don Carlos lo único que hace es erosionar su posición porque muy poca gente lo interpretará como un hecho de defensa de la democracia y sí lo interpretarán como un esfuerzo titánico por quedarse mordiendo el hueso que tan generoso ha sido con el.

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