Sunday, August 26, 2007

TRISTE PRINCESA, MEJOR UNA REPUBLICA

Leo en The Economist.
Had she lived, Diana would eventually have become less beautiful, less interesting, perhaps less unhappy. By dying, she immortalised herself as the “queen of hearts”. But in truth she became a carnival queen: monarch of a temporary disorder that, when it passed, left the old order intact, or stronger.
Sí. La princesa Diana murió hace casi 10 años. En este lado del mundo su muerte nos vino guanga, por estar ocupados resolviendo problemas como las secuelas del levantamiento del EZLN, los problemas derivados de la crisis económica de 1994 y la construcción de nuestra siempre difícil democracia.

Pero en Europa vaya que lo lamentaron.

Es difícil en este país comprender a cabalidad el amor y devoción que el pueblo británico tenía para esta mujer. Aquí en México las élites de cualquier tipo nos suelen ser repelentes y aborrecibles (y más tras el espantoso precedente de Martita Sahagún y sus ínfulas redentoras). Sin embargo, tras ver un documental sobre la muerte de la Princesa Diana, me queda claro que pese a las promesas de un cuento de hadas, ella terminó jugando como marioneta de fuerzas más allá de su comprensión.

Su falta de amor (propio y ajeno) la llevó a arrejuntarse sentimentalmente con un junior británico, cuyo padre lo único deseaba allegarse la fama del linaje real con el fin de darle lustre a su humilde origen comerciante (una historia que en México fue narrada a profundidad por Carlos Fuentes en La región más transparente). El junior se la ligó sin mucho entusiasmo, llevado por las ambiciones de su padre y Diana cayó sin remedio en la relación.

La princesa de corazones era una mujer de buenos sentimientos pero me temo que de pocas luces. Tras el divorcio, ella se entregó a la caridad... a las telenovelas y a tratar de manejar la peor de las opiniones: la generada por la prensa amarillista. Investida de un poder simbólico inesperado, la princesa trató de llevar por un cauce benéfico su poder, pero la corona inglesa, al parecer nunca estuvo en ánimo de compartir su poder con alguien inestable sentimentalmente e incontrolable mediáticamente.

Ante el inesperado festín, los medios amarillistas británicos (y luego de todo el mundo), se cebaron sobre el escándalo. Sin pudor acosaron a la pareja en todos lados, convirtieron su vida en una pesadilla y si bien Diana ya estaba acostumbrada al trato acosador, el novio se desbarrancó en la desesperación al punto de crear las condiciones del accidente fatal.

Pero seguiremos desmenuzando el asunto.

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