Leo en las estadísticas de la Wikipedia que la abrumadora mayoría de la población de esta ciudad es de origen afroamericano. Sin embargo, aquí a mi lado tengo un ejemplar de la revista Jezebel, que según entiendo tiene como propósito mostrar la vida lujosa de la ciudad. Pues bien, en las reseñas de sociales de esta magna revista en los sitios de más caché no se encuentra ni un sólo ciudadano afroamericano de la ciudad. Ni uno solo en una ciudad donde el 54% de los habitantes posee dicha etnicidad.
Otro momento. Debido a mi enorme torpeza, pierdo el convertidor eléctrico de mi computadora portátil. Viaje relámpago al mall de Lenox Square para comprar un repuesto (y algunas chucherías adicionales). No diré que la mendicidad es de país tercermundista, pero los pocos mendigos que ví, ¿a qué etnicidad respondían? No se torturen tanto la mente.
No sé lo que signifique una cuestión así, pero me queda claro que debajo del brillo de las enormes construcciones hay algo que no está bien, algo que se siente desde la forma en la que te atienden en un McDonalds hasta la tensión que como ruido de fondo permea la ciudad.
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