En el mundo de la tecnología se piensa que, con los procesos de consolidación que se han presentado a lo largo de los últimos años, como en el caso de las fuerzas armadas, el despliegue de poder es quizá más importante que la acción en combate.
Cuando la última generación de videojuegos se veía venir en el horizonte (en el otoño de 2005), los analistas preveían que la competencia se presenraría principalmente entre Sony (con su consola Playstation 3) y Microsoft con su consola Xbox 360. Nintendo, la compañía que hacía apenas una década dominaba y media disfrutaba de un control total del mercado con su consola homónima, ahora languidecía en el mercado de las consolas de juego con un GameCube que en tecnología y en capacidades adicionales (como la conexión a Internet) se hallaba muy a la zaga, en una retirada hacia el mercado de los videojuegos portátiles, donde también sufría los embates de competidoras como Sony.
Los nuevas consolas traían consigo un pardigma sencillo: llevar la experiencia de juego al mundo de la alta definición. Poderosos procesadores gráficos, discos duros y abunsantes sistemas de conexión en web, así como sistemas de distribución de contenidos a través de la red.
Y vinieron las nuevas consolas, poderosas... y extremadamente caras. Las imágenes impresionantes pero las curvas de aprendizaje de los cada vez más complejos videojuegos se han alargado hasta llegar a lo inverosímil (a un servidor le tomó más de una semana para comenzar a comprender un juego para Xbox 360 llamado Midway Battlestations). Además de que las consolas incluyen un complejo amasijo de instrucciones y configuraciones que pueden desanimar a más de uno... de no haber pagado los cientos de dólares que costaba cada unidad que pese a su alto precio, ni siquiera representaban un buen negocio para las armadoras, perdiendo varios cientos de dólares por unidad.
¿Y Nintendo? Quién sabe de qué mente creativa salió la idea de cambiar algo más importante que la resolución o la capacidad de cada juego. A saber, cambiar el control de la consola a un sistema que responde a los movimientos de la mano del jugador. Y nada más. Cero películas en alta definición, cero uso de poderosos procesadores, cero capacidades de conectarse a redes mundiales de usuarios o de bajar contenidos en la red y pocas complicaciones para configurar la consola.
¿Resultado? La consola Wii se ha convertido la favorita entre niños y adultos que quieren divertirse en vez de pasarse el tiempo descifrando los arcanos de las nuevas consolas.
Hoy nos enteramos que el Nintendo Wii ha logrado vender más unidades en los últimos meses que las otras dos consolas en mercados como Japón o Europa. Modestamente, la lección parece ser la que sigue: las buenas ideas siguen vendiendo en el mercado de la tecnología, más que el despliegue gorilesco de recursos tecnoógicos.
Una lección adicional: nunca olvides en preguntarle al mercado qué es lo que quiere.
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